viernes, 7 de octubre de 2011

Miedo


Uno de estos días en los que me he sentido más aburrido que de costumbre, me dio por hacer un acto de introspección personal y ponerme a indagar en los más profundo de mi persona. Vamos, que no había logrado engañar a nadie para salir a tomar algo y que me diera el aire. Así que entre mirarme un poco el ombligo o presenciar el deplorable panorama televisivo me incliné por mi persona.


El caso es que tras un rato pensando en nada y tras sacar varias pelusas incrustadas en el comúnmente llamado timbre (un gran misterio el cómo llegan a ocultarse ahí, ¿procrean acaso?), caí en la cuenta que no tenía ningún miedo o fobia destacable.

Como acto meramente experimental, no se me ocurrió otra cosa que meterme en el armario (para luego salir de él.. je je… que cachondo que soy) a ver si la oscuridad o el estar encerrado provocaba en mi alguna sensación desagradable o simplemente el más absoluto de los pánicos. Nada.
Probé abriendo el armarito bajo el fregadero en el que tengo el cubo de basura y metí la mano por ahí, a ver si el tacto de las hormigas o cucarachas que ahí habitan ejercían esa sensación de pavor tantas veces comentadas por la gente. En fin… tampoco funcionaba.

Me estaba empezando a inquietar el ver que no tenía miedo a nada, tampoco al hecho de encontrarme solo en casa (eso puede que llegue a ser un coñazo, pero miedo no me daba), escuchar los sonidos de las tuberías o los misteriosos pasos de mi vecina de arriba. Ahora que caigo, guarda cierto parecido con la madre de Norman Bates, pero es un encanto de mujer y cuando hace callos siempre me baja un tupper.

Ya llevaba un buen rato dándole vueltas al tema y la angustia se estaba apoderando de mi. ¿Cómo podía ser que no tuviera miedo a nada? No podía salir a la calle con esta actitud de “Juan Sin Miedo”, pasear por la casa de campo a las tantas de la madrugada sin temor a que una trabajadora del amor me asaltara, no podría estar tan tranquilo en casa sin pensar en que en un momento dado alguien viniera a robar o un cortocircuito iniciara un fuego y quemase mi colección de toreros y sevillanas.

De repente una gota de sudor frío partió de mi sien y bajó lentamente recorriendo mi cara hasta precipitarse al vacío. Estaba acojonado por el hecho de no tener miedo… y eso me reconfortó. Al menos tenía miedo a algo.

Por cierto, huelo a callos, voy a subir a devolverle el tupper a mi vecina.

1 comentario:

  1. Buena, la mezcla de lo cotidiano (los taper de callos, las pelusas del ombligo), con la parodia (por la colección de toreros y sevillanas) y el tema serio de los miedos. La historia es buena porque parece una paradoja de la realidad, cuando no tienes problemas, los creas. Este hombre de tanto buscar su miedo, más que encontrarlo, lo inventó en la búsqueda.
    A seguir, Clic!!

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