miércoles, 23 de mayo de 2012

Sueños III (o ¿Pesadilla I?)


No sé si mi aventura onírica se me está yendo de las manos, de ahí la duda del título de arriba.

Bien, estábamos en la situación de que había decidido crear unos cuantos sueños húmedos y guardarlos en una caja. El caso es que la única caja de la que pude tirar fue de una de música que tenía de cuando era pequeño y que al abrir, emite una dulce melodía con la que me dormía todas las noches cuando era un tierno infante.

Ahora bien, resulta que he pasado una temporada en la que me ha costado conciliar el sueño y he recurrido como antaño a mi caja de música para conciliarlo. Evidentemente el remedio ha funcionado, pero no he reparado en el detalle de que al dejar la caja abierta con su dulce composición, los sueños que ahí almacené, me han rondado cada una de las noches que he tenido que tirar de ella para dormir a pierna suelta. Y es que ha sido una racha bastante mala para lograr dormirme y he hecho un uso intensivo de la caja.

Todo sea dicho de paso, mis veladas han sido estupendas por partida doble: la música como siempre ha ayudado a que me durmiera; y los sueños han sido de lo más gratificantes.

Pero, ¿dónde está el problema?, quizás se pregunte alguien. Pues bien, el problema radica en que le tengo tanto cariño a esa melodía que la tengo como tono en mi móvil y claro, de un tiempo a esta parte, cada vez que me llaman, cual perro de Pavlov, sufro unas tremendas erecciones con todo lo que ello conlleva. Afortunadamente, aun no he llegado a babear como los perros.

Pero no nos engañemos, ardo en deseos de que sigan llamándome de Jazztel, Telefónica o quien sea, da igual, solo con la llamada soy feliz.

martes, 22 de mayo de 2012

Sueños II


He de reconocer que me lo pasé pipa montando mis propios sueños a capricho: el más que tradicional sueño en el que vuelas como un pájaro y te sientes el amo del cielo; otro en el que el constante descubrimiento de tesoros ocultos te sumen en la más absoluta de las riquezas…; y así hasta un largo etcétera de fantasías creadas a mi antojo.

Fue como volver a la más profunda de mis infancias, recreando un mundo de fantasía y felicidad al que una vez llegada cierta edad no se vuelve. La madurez te fuerza a olvidar esa parte creativa y fantasiosa que todos tenemos y que ahí está, aunque sea en el más recóndito rincón de tu imaginación.

Pero en el fondo sentí que me faltaba algo, lo de soñar a antojo había sido gratificante, pero echaba de menos algo. Así que dado que había gastado todas las palabras que encontré por entre las sábanas aquel día, no tuve más remedio que armarme de paciencia y dejar pasar el tiempo para lograr lo que quería. Era condición imprescindible que pasasen unas cuantas noches y siestas para ir acumulando sueños por entre las sábanas y bajo la almohada.

Cuando hubo pasado un tiempo que consideré adecuado, una mañana tome las sábanas y las agité no con tanto ímpetu como la otra vez, para así evitar que las frases que aun hubieran quedado unidas no se convirtieran en palabras sueltas o lo que era peor, en vocales y consonantes que convertirían en algo más difícil aun mi puzzle onírico.

No fue tan rica la cosecha como la otra vez, pero saque suficiente material como para dedicarme a la tarea.

Era el momento de crear a la carta mis sueños húmedos y lo que es aun mejor, guardarlos en una cajita para poder tirar de ellos en momentos de apuro.

jueves, 10 de mayo de 2012

Sueños


El otro día me sorprendí a mi mismo haciendo la cama por primera vez en mucho tiempo.

No sé muy bien a qué obedecía dicho comportamiento, pero ahí me encontraba abriendo las ventanas de la habitación, retirando las sábanas y dejando todo a merced del fresco aire de la mañana.

Tras desayunar, volví a rematar la faena para dejar todo en prefecto orden y recogido. El caso es que al sacudir las sábanas para terminar de orearlas y dar unos buenos manotazos a la almohada, saltaron por los aires montones de palabras que quedaron amontonadas sobre el colchón. “Dios mío”, es todo lo que alcancé a decir al tener frente a mi las palabras que debían componer los sueños e historias que me habían acompañado en mis ratos de descanso a lo largo de ni se sabe las noches (y los días).
Y ahí me vi yo… con un montón de palabras que tal y como estaban no significaban nada y no me permitían rememorar los sueños que había tenido.

De repente algo se apoderó de mi con gran fuerza y me puse a recopilar como un poseso cada una de las palabras que allí se encontraban, para ver si era capaz de recuperar esa parte de mi subconsciente. El trabajo fue duro y no tardé en acabar desesperado y cansado por no llegar a buen puerto en mi cometido, así que tomé una decisión sabia y práctica: partiendo de la base de que tenía ahí un buen repositorio de palabras, ¿por qué no componer lo que me diera la gana? Total, me dediqué a conectar las palabras de la manera que más me gustó.

Al fin y al cabo, eran mis sueños y podrían ser como yo quisiera que fueran.