jueves, 30 de agosto de 2018

Vengo a contar algo que me ocurre con frecuencia en el baño del trabajo tras la comida y cuando uno está dedicado a la higiene bucal.
 
Por qué la gente no decide ser por una vez maleducada y no saludarme. ¿Acaso estáis esperando que no devuelva el saludo y así reafirmar que soy un capullo porque no correspondo?

Cuando uno se está cepillando los dientes, entra alguien y te saluda, te presentas ante dos opciones:
  1. te callas y quedas como un maleducado
  2. correspondes al saludo pero quedas como un monguer al balbucear unas palabras ininteligibles o como un cerdo al echar espuma por la boca. No digamos si “decoras” el espejo
Pese a haber ido a un colegio público, tengo buena educación por lo que siempre correspondo al saludo y acabo pasándolas putas para no salpicar ni pringarme.

Por favor, no me hagáis pasar por ello. Todos los que estéis leyendo esto, tened compasión…

…o ser unos “perros” y saludad como hago yo puesto que no veas la gracia que hace ver balbucear unas palabras a alguien con la boca llena de espuma y un cepillo dentro de la misma.

viernes, 21 de junio de 2013

Geburtstag

Menos mal que estos días no está pegando el calor como suele ser costumbre. Lo estoy agradeciendo bastante dado que así por las noches, estoy durmiendo la mar de bien.
 
Tengo el problema de que cuando sudo, no paro de dar vueltas en la cama, taparme/destaparme, levantar la cabeza para secar mi colleja e intentar ahuecar un poco la almohada con la esperanza de que se seque un poco... Esto se traduce en que cuando me despierto no estoy todo lo descansado que debiera y por tanto, en que no pueda rendir a lo largo del día como dios manda.
 
Pero bueno, como digo, afortunadamente las temperaturas en estos días son de lo más agradables con lo que pudeo mitigar en cierto modo uno de mis problemas actuales. Tengo una preocupación que me ronda la cabeza sin parar y es que se acerca fecha de cumpleaños.
 
La gente se agobia porque caen más años, porque el tiempo pasa rápido y a mi la verdad es que esa es una cosa que me resbala ampliamente. Lo del cumpleaños para mi es un problema llegado el momento en que soy consciente de que la fecha se acerca, es entonces cuando me entra hasta casi diríamos la angustia... la verdad es que este problema se acrecienta con el paso de los años, dado que cada vez tengo más y el tiempo pasa tan rápido que cuando te quieres dar cuenta, ¡ZAS!, aquí está el siguiente.
 
Sin casi haber tenido tiempo de asimilar el anterior y salir airoso del mismo, ya te ves en otro y otra vez a tener que superarlo.
 
En fin... se acerca el día y mi angustia aumenta.... tengo que comprar algo y no sé qué. Tengo que preparar algo y no sé qué ni cómo.
 
Tengo ganas de que llege el día. De superarlo para así respirar y rezar para estar lo suficientemente distraido como para no percatarme de que quedan 364 días para el siguiente. Y encima, siendo más mayor y pasando cada vez más rápido el tiempo.

viernes, 7 de junio de 2013

Insomnio



De vez en cuando me vuelven a visitar miedos o temores que tenía en mi época de infante. Son como las visitas de los familiares lejanos con los que no tienes nada en común y menos contacto acaso. No tienes ganas de soportarlos otra vez, pero no te queda otra que aguantar el tiempo que haga falta y esperar que a su partida, vuelvan lo más tarde posible.

Todo esto viene a colación porque hace unos días me vio a visitar el miedo de los “angelitos”. ¿De donde viene esta denominación? Pues bien… de pequeño, de muy pequeño, mi madre antes de irme a la cama me cantaba aquello de “cuatro esquinitas tiene mi cama/cuatro angelitos que me la guardan…” Yo por aquellas épocas tenía menos conocimiento aun si cabe que en la actualidad y me perturbaba mucho la idea de estar durmiendo y tener a cuatro personajes ahí plantados vigilando mis sueños. ¿Quiénes eran esos personajes? ¿Por qué habían de estar ahí plantados vigilándome? ¿Tendrían oscuras intenciones de las cuales estando yo dormido no me enteraba?

El caso es que este montón de cuestiones no resueltas, hicieron que tuviera pavor a dormir y me provocaran un insomnio de caballo durante un tiempo. Así, hasta que tuve a bien olvidar a dichos angelitos.

El paso del tiempo, saber que no dejaba de ser una canción amable, que mi madre con toda la buena intención del mundo me cantaba para que me durmiera como un bendito y por qué no decirlo, el crecer y tener un poco más de conocimiento, no hizo que el miedo a tener a gente plantada junto a mi cama mientras dormía desapareciera.

Pues bien, volvamos al comienzo del texto… sí, este es uno de los miedos que ha tenido a bien visitarme y tiene toda la pinta de que ha venido para quedarse (mucho tiempo lleva ya como para ser una visita pasajera).

La falta de horas de sueño está provocando que vaya por la calle arrastrándome como alma en pena, no tengo ni ganas de entrar en los bares a tomar mi buena cervecita con tapa, a lo sumo un café.
Una solución de urgencia ha sido dormir en el sofá, pero si bien es incómodo echar largas tiradas de sueño en él, no deja de tener sus esquinas (4 para más datos) con lo que vuelvo al punto de inicio de esta historia.

Creo que tendré que cortar por lo sano y deshacerme de mi cama, cambiarla por una redonda va a ser la solución. Está decidido… es el momento de renovar (por obligación) mi querida cama y más amado colchón y ya tengo cerrado el pedido al que solo le veo una pega, pero claro, necesito dormir de una vez por todas.

Espero que no venga a visitarme el miedo a ahogarme ya que el colchón de esta cama es de agua.

martes, 21 de mayo de 2013

Falsas Apariencias



Me he pasado un tiempo totalmente alejado del mundanal ruido, apartado de toda relación social en la más absoluta de las soledades. Vamos, lo que viene siendo encerrado en casa tocándome las bolas sin hacer nada, aparte de no morir de inanición y comido por la mugre y pelusas que tenían a bien visitarme a casa.

El caso es que ha sido una época de introspección y autoconocimiento. Sentía la necesidad de saber quien era yo mucho mejor que cualquier otra persona y la verdad es que ha sido una época de lo más enriquecedora y productiva. Mucho más de lo que podría llegar a imaginar.

Me he dado cuenta de que soy una persona inquieta, amante del deporte y la acción. Me encanta la naturaleza y estar al aire libre realizando las más dispares actividades lúdicas.
Mi gran sed de conocimiento hace que no pueda pasar más de una semana sin visitar un museo o darme una vuelta por la filmoteca nacional. Ver la exposición más "in" o visionar un clásico en blanco y negro es un placer para mis sentidos. Claro está, tras la película, obligatoria discusión café en ristre con un nutrido grupo de culturetas bufanda al cuello y obras completas de Faulkner bajo el brazo.

El dormir, si bien es un placer, he de admitir que a partir de las 6 am lo considero una pérdida de tiempo. Ardo en ganas, una vez los primeros rayos de sol asoman por mi ventana, de dar un salto y empezar un día apasionante lleno de actividades enriquecedoras.

Así soy… sin querer ser una persona engreída, esta es la conclusión a la que he llegado.

Pero claro, no todo va a ser tan maravilloso ni todo va a ser tan bonito. También he llegado a la conclusión de que soy una persona muy tímida… timidísima. Me importa lo que la gente piense de mi, tengo pánico a que el hecho de ser alguien tan activo, tan inquieto, tan ávido de conocimiento, despierte las envidias y críticas de todo aquel que me rodea, me conozca o no.

Es por ello que mi comportamiento real diste mucho del que detallo en este texto, mi afición a dormir, a pasar largas sesiones de sofá en posición horizontal, a que las únicas visitas a la calle sean para bajar al bar más cercano con la cerveza más fría y tapas más grasientas, no es si no consecuencia de mi gran timidez. No puedo evitarlo.

Pero no os fiéis, todo son falsas apariencias, no soy quien parezco ser por mucho que creáis.


lunes, 30 de julio de 2012

Verano


El verano es una mala época, me convierte en un ser despreciable. Me he parado a pensar y he visto que en estos días no he hecho otra cosa que traicionar y traicionar.

He traicionado a las cervezas de siempre y ahora me decanto por el tinto de verano, los callos de mi vecina, han pasado a un segundo plano y se han visto plenamente superados por un buen gazpacho.

A mi osito de peluche, lo he abandonado en un rincón del dormitorio porque el calor que da a la hora de dormir me hace insoportable su compañía, amén de que he traicionado a mi bien querida y siempre acogedora cama para echarme las siestas en el sofá y bajo el chorro del aire acondicionado.

Definitivamente el verano es esa época del año en la que me transformo en un ser del que no te puedes fiar, traiciono a todo lo que debería ser fiel, que me acompaña todo el año sin rechistar y me hace feliz.

Pero eso sí… ¿y la capacidad de adaptación que tengo? Estoy encantado, soy un ser camaleónico.

viernes, 22 de junio de 2012

Mi noche de S. Juan


Un día decidí deshacerme de todos los recuerdos inútiles que me rodeaban, de todas las cosas que había estado acumulando año tras año y que no hacían otra cosa mas que coger polvo allí donde había decidido colocarlas.

En un principio todos esos recuerdos fueron tratados con el debido respeto y dedicaba mi tiempo a tenerlos con un aspecto presentable, libres de polvo, etc., etc… pero como todo en la vida, uno se cansa y acaba olvidándose de los recuerdos, hasta que una gran capa de polvo se encarga de hacerlos desaparecer.

Pues bien, dado que no reparaba ya mucho en su presencia, un buen día, bolsa gigante de basura en ristre, los fui echando uno tras otro dentro de ella y una vez hice acopio de todos ellos, me dirigí a un lugar apartado y solitario dispuesto a quemarlos.

El espectáculo era impresionante, recuerdos de toda una vida completamente olvidados/ignorados a lo largo de otra vida, ardiendo majestuosamente y desprendiendo un agradable calor. Tal era la atracción de las llamas que ahí me quedé hipnotizado frente al fuego y no reparé en la cantidad de humo que respiré y hollín que se quedó pegado a mi cuerpo.

Una vez el fuego se extinguió, tomé tranquilamente rumbo a casa con la satisfacción de haberme deshecho de recuerdos de toda una vida sin ser consciente de lo que se fraguaba.

Desde aquel infausto día, tengo más presentes que nunca mis recuerdos… bien pegados a mi piel,  circulando por mis venas y perfectamente adheridos a los tejidos internos de mi cuerpo y ahora sí que no hay manera de que me pueda olvidar de ellos.

miércoles, 6 de junio de 2012

Comunicación


Mis últimos problemas con la telefonía móvil me obligaron a darme de baja de mi operador de toda la vida y guardar en un cajón bajo siete llaves mi teléfono móvil y en otro bien alejado y bajo el mismo número de llaves su batería.

Desde entonces he recuperado el encanto de las comunicaciones como antes. Robé en casa de mis abuelos un vetusto modelo góndola de telefónica y dado que no tenía línea fija en casa, lo puse de adorno en el salón y decidí bajarme a la calle a hacer uso de las tradicionales cabinas telefónicas. Mi primer problema ha sido darme de bruces con la realidad que es ser alguien tan obsoleto como para no tener móvil y tener que buscar por la calle una cabina pública y encontrarla, encontrarla y que no esté siendo manoseada por un mendigo que intenta sacar de sus tripas unas monedas, y no digamos encontrarla y que funcione.
Lo que sí he echado en falta es la total inexistencia de cabinas cerradas, aquellas en las que de joven usaba como refugio de los fríos de invierno o techo en los días de lluvia y como no, en las que algún que otro “arrime” de cebolleta realicé. También y ahora que soy más mayor, me atraía la idea de vivir una aventura a lo José Luís López Vázquez en un día de llamada despistada, pero no… imposible.

Aunque no todo van a ser problemas o peros, como no me gustan las actuales cabinas públicas al aire libre, me he dedicado a una actividad mucho más gratificante. Busco teléfonos públicos en bares, con la gran ventaja de que por lo general estos teléfonos se encuentran en baretos de toda la vida: bareto de caña, chato de vino y tapa ideal para la dieta del hipertenso o del que toma leche con Omega3.

La verdad es que nadie me va a llamar porque no tendrán los números de teléfono de esos bares y yo estando ahí tan feliz con mi cervecita y tapa grasienta no creo que tenga necesidad de llamar a alguien, pero el caso es estar comunicado.