jueves, 29 de diciembre de 2011

¿Sueño o realidad?

He pasado uno de los días más raros de mi vida.

A diferencia de un día cualquiera, me levanté de la cama pronto (prontísimo dentro de mis parámetros). Me dirigí hacia el baño para realizar la primera micción del día y como un autómata, giré 180º y di un paso para ponerme frente al espejo, lavarme la cara y eliminar las múltiples legañas que asomaban por mis ojos.

El caso es que al eliminar las legañas de mis ojos y con la cara aun mojada, me miré en el espejo como viene siendo costumbre y fui incapaz de reconocer la cara que ahí se reflejaba. ¿Era yo pero había cambiado radicalmente en 7 horas de sueño? ¿No lo era y resulta que se trataba de otra persona?

Intentar admitir que en unas pocas horas mis facciones habían cambiado radicalmente y como era de esperar habían ido a peor, hizo que me inclinara por la 2ª opción que me quedaba: no se trataba de mi.

La verdad es que recapitulando los pocos indicadores que me podían servir de guia, daban una idea de que esta podría ser la verdadera razón. Al mear, había notado un encogimiento notable del tamaño de mis partes (eran de tamaño apreciable, pero más pequeñas, no es por presumir) y la ventosidad expelida tras el último apretón de abdominales para sacar el último chorrillo no era digna de mi. Eso por no dejar de mencionar que las horas a las que me había levantado eran a todas luces dignas de un ser serio, responsable y trabajador.

Con estos (pocos) datos me rendí a la evidencia, decidí que no era yo y que por tanto lo normal es que debería de comportarme de manera distinta. Y a eso me dediqué la jornada entera. No sería más que una manera de autoconvencerme de que no se trataba de mi y que alguien había usurpado mi alma o lo que quisiera que hubiera podido usurpar.

Total, que al ver el aspecto de la cocina, tras hacer un zumo (y no mezclarlo con vodka) no solo el exprimidor quedó perfectamente limpio si no que el resto de la cocina tomo un aspecto mucho más decente y con todo más ordenado. Tras el zumo, creí conveniente empezar el día tomando los cereales que nunca me había atrevido a abrir y deleitarme con el sabor de una estupenda tostada con aceite de oliva, ajo untado y sal.

De la cocina salí directo al dormitorio donde sin saber cómo ni por qué, ya tenía las ventanas completamente abiertas, y la cama estaba con toda la ropa desplegada y ventilándose. Como si de una rutina totalmente asumida, hice la cama, cogí unos cojines y allí que quedó la cama perfectamente hecha y aguardando que la noche siguiente me arropara entre sus sábanas. En las sillas del dormitorio al rato de pasar por ahí no quedaba apenas ropa y la poca que ahí quedó estaba perfectamente doblada y colocada.

Evidentemente algo había pasado esa noche.

Lo que sí que no cambió era mi condición de ocioso desempleado, aunque con ganas de hacer deporte para cuidar mi cuerpo y mantenerme en forma. Total que me dediqué a salir a hacer deporte por la calle como uno más de aquellos que extrañamente disfrutan correteando por ahí con mallas apretadas, sudando y echando el bofe.

Tras una sudada de las que hacen época (completamente satisfecho y relajado), en casa disfruté como un enano de la ducha y tras ella, me encontré en la cocina dispuesto a prepararme una comida lo más decente posible.
Como era de esperar, la nevera lo que más tenía dentro era aire fresco, así que sin comerlo ni beberlo me dirigí al Mercadona con mi carrito y bolsas de tela, presto a comprar vituallas. Es curioso pero disfruté dando vueltas por entre los pasillos, comparando precios y eligiendo alimentos frescos y desechando la gran variedad de precocinados que ploblaban las estanterías. Con el carrito poblado por la compra, volví a casa y me acomodé en la cocina para colocar todo en su sitio y prepararme algo medianamente elaborado.

Tras la comida aun tuve ganas de coger un libro que tenía evitando que la mesa del salón cojeara y me puse a leer, ni rastro de ganas de echarme la siesta. Sospechoso. Y no contento con esto, no se me ocurrió mejor cosa que ponerme un bañador e irme a la piscina municipal a nadar una hora.

Todas fueron actividades que salieron de mi gustosamente y las cuales disfruté realizando, pero algo en mi interior me seguía diciendo que no era yo… y este comportamiento estaba haciendo reaccionar a algo en mi interior que se resistía al cambio. A la vuelta de la piscina hice una intentona de adentrarme en el primer bar por el que pase, atraído por el olor de la frintanga que allí se estaba preparando y ante la magnífica visión del grifo de cerveza rebosante de condensación y muestra de que lo que ahí se encontraba era un líquido perfectamente frío y dispuesto a ser servido.

Pero no. No hubo manera porque mi otro yo me convenció de que al día siguiente había que levantarse pronto, no podíamos estar por ahí golfeando porque al día siguiente había labor que realizar y mejor estar perfectamente descansado a pagar el resto de la semana las consecuencias de una imprudencia.

¿Qué más pruebas quería para saberme tomado por otra persona? ¿Madrugar? Si yo no tengo trabajo ¿Pagar consecuencias? Pero si disfruto de mi resaca tirado en el sofá horas y horas hasta que me encuentro con fuerzas de tomar otra cerveza.
Me encontraba poseído por alguien que me revolvía lo más profundo de mi conciencia.

Pero bueno, dado que no me trataba de mi… no tuve más remedio que obedecer y retirarme pronto a casa, cenar algo ligero y meterme en la cama antes de que el día hubiera finalizado.

Cuando hube abierto los ojos al día siguiente, me di cuenta de que me levantaba con mejor espíritu, el reloj marcaba de largo las doce del mediodía, mi viaje al baño fue como el de otro día cualquiera con meada y atronadora expulsión de gases… al darme media vuelta, el espejo delató que era yo quien ahí se encontraba.

Feliz y contento me dirigí a la cocina a tomar algo, lo primero que pillara y dejando en la pila los cacharros que hube utilizado.

¡Uf!... todo había sido un mal sueño, aunque… el estado de orden de la cocina, las agujetas y la total ausencia de resaca eran prueba de que algo raro había pasado el día anterior.  

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Ego

Tengo un problema. He conocido a una mujer estupenda.

Dicen que cuando puedes estar con una persona largos ratos en silencio sin sentirte incómodo es que ahí, hay algo. Pues bien, creo que es el caso y además no se limita a solo esto.

Dormir con ella es un primor. No me pone encima sus pies helados ni invade mi lado de la cama, así como tampoco protesta caso de que sea yo quien invada su mitad. Llegados al extremo, no me lleva la contraria nunca, no me replica y atiende con esa carita de ángel, boca y ojos abiertos todo aquello que tengo a bien contarle. 

Tengo que reconocer que a veces pienso que tanto silencio por su parte me enoja un poco, pero pronto pienso que ella es así, que así sabía que era desde el principio y acabo aceptando de buen grado su comportamiento.

Sobre los momentos íntimos, como soy un caballero no voy a contar nada, eso queda entre los dos. Pero bien es cierto, que si no mantengo la presión deseada en ella, puedo llegar a tener noches frustrantes.

El problema realmente está llegando en los momentos que veo que ella se niega no solo a leer mis textos, no me dice por qué, y por tanto no obtengo crítica alguna. Cosa que deseo con toda mi alma.

Creo que voy a cortar con ella (aunque no sé si dejar que las cosas avancen por si solas y se pinche la relación), para entonces buscar una mujer de carne y hueso, que aunque me haga fregar los platos y cocinar, al menos tenga curiosidad por leer.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Autoestima

Voy buscando últimamente la manera de subir mi autoestima de la manera más eficaz posible, es decir, que me cueste nada o menos y que los resultados sean satisfactorios.

Esto durante un tiempo casaba mal con el pliego de condiciones inicial, dado que la búsqueda se estaba tornando dificultosa, lo cual añadía una carga extra de trabajo que no estoy dispuesto a asumir y lo que es peor, la falta de éxito en mi empresa ejercía el efecto contrario al deseado. Mi autoestima me está obligando a agacharme cuando quiero recogerla.

Ahora estoy probando con una nueva estrategia y creo que puede ser la definitiva.

Me estoy empezando a rodear de objetos, pero no cualquier tipo de objeto, no… todos están siendo elegidos muy concienzudamente: una lata de cerveza vacía, un reloj de cuco al que me niego a darle cuerda (y arranqué con saña el cuco), un aparato de abdominales comprado en el teletienda, el programa electoral de varios partidos, un CD de una de las muchas galas de OT, un alargador de pene y así hasta un largo etcétera.

El verme rodeado de esta serie de objetos completamente inútiles, está logrando definitivamente que yo no me sienta como tal y ver que soy capaz de algo.

viernes, 28 de octubre de 2011

Decisiones

Estamos en épocas de grandes decisiones, trascendentales diría yo. Una de ellas, creo yo que va a tener grandes consecuencias para mi.

He decidido cortarme la uña del dedo meñique y dejarla con una longitud similar a las del resto de dedos cuando no son mordisqueadas fruto de mis nervios.
Aun con esa desafortunada manía (mordisquearme las uñas), siempre la uña del meñique izquierdo ha tenido unas proporciones magnánimas aunque sin llegar a las de la atleta Florence Griffith.

Bueno, puede que os preguntéis quien es esa mujer… yo es que soy muy mayor así que os conmino a que busquéis en google y os ilustréis.

Bien, el caso es que entre los múltiples usos que se les puede dar a una uña larga, la de mi meñique tenían la misión de limpiar el cerumen de mis orejas. Labor a la que me empleaba con fruición, pero he aquí que un día me apliqué tanto a la labor que al sacar el dedo, enredada entre una amalgama de pelos y cerumen, se encontraba atrapada una idea.

¡Había sido capaz de sacarme una idea de la cabeza!

Esto daba que pensar… había algo ahí dentro, e incluso se me abría la posibilidad de sacarlas al exterior para ver si fructifican. ¿Habría dado con una veta de ideas y todo lo más que tenía que hacer era seguir escarbando y escarbando para sacarlas todas al exterior?

No se hable más… no es tiempo para vacilaciones y sí para la toma de decisiones importantes. Hay que seguir por esa senda, pero las cosas bien hechas, bien parecen. Me cortaré la uña pues para su función principal no servirá, a partir de ahora usaré la herramienta apropiada: bastoncillos.

Así las ideas que me saque, las tendré entre algodones. 

martes, 25 de octubre de 2011

Noventas.

Aprovechando que un conocido ha convocado una fiesta rememorando los años 90 creo que he sacado la excusa perfecta para escribir unas líneas a colación de dichos años dorados de nuestra (ya lejana) juventud.

Es ahora cuando podemos presumir de cierto criterio crítico, poder ver las cosas en su real dimensión y darnos cuenta de las memeces que pudimos llegar a hacer, cómo vestíamos y la cantidad de mierda musical que llegamos a ser capaces de digerir sin quejarnos ni un ápice.

Debe ser cosa de la edad. Al igual que antes éramos capaces de bebernos hasta el agua de los floreros, matarratas o lo que nos echaran en un vaso de tubo (¿tiene hielos? ¡¡¡A dentro!!!), pues éramos capaces de bailar una nochevieja entera a Whigfield  con su Saturday Night sin morirnos de la vergüenza o sin mostrar ni un atisbo de arrepentimiento ni intención de hacer penitencia.

Musicalmente hablando dio mucho de si la década, aparecieron como rosquillas pseudos raperos duros, o muy duros como el Vanila Ice, un tío que al explotar la guerra del golfo (la primera) suspendió su gira por miedo a ser víctima de un atentado islamista. No hijo… los islamistas no creo que tuvieran más ganas de ponerte un petardo en el culo que los que escuchando los 40 o tomándose sus minis de cerveza (sí sí… en los 90 se bebía la cerveza en minis y los compartías con los colegas) tenían que escuchar cosas como “Ice Baby”.

Dentro del selecto club de los pseudos raperos, tenemos a MC Hammer (y su fusilamiento de Der Komissar de Falco) o nuestro Prícipe de Bell Air que por muy simpático que nos caiga y buen actor, tiene la mancha de su música y la ropa que vestía en la ya nombrada serie.

Los ejemplos son infinitos pero nos gustaban. ¿Por qué? Porque éramos jóvenes y digeríamos lo que fuera de buen grado y de mejor grado si eso le gustaba a la chica (o chico) que a ti te hacía tilín, que es que somos (o éramos) así de falsos.

En nuestro país no nos quedábamos atrás, el amanecer de una nueva música y manera de pasar los fines de semana causó serios estragos al panorama musical y las neuronas de más de uno. Bueno, no todo va a ser malo, las embotelladoras de agua, otorrinolaringólogos y psiquiatras hicieron buen negocio (y siguen).

Qué decir de el ínclito Chimo Bayo con su Extasi, en fin… memorable. También podemos cambiar de tercio y mirar a los Camela. De la gasolinera a la gloria, de los autos de choque a las listas de éxitos de las radiofórmulas. Que alguien se pase a mirar las portadas de sus primeros discos, aparte de ser iguales (ahí posando ellos)… el de los pelos largos no se quitaba el chaleco nunca. Digo yo que con tanta casette vendida, por lo menos tendría para ir a Zara a comprar ropa, ¿no?

También hay ejemplos de buena música que no es el fin de este post. Que aburrido si no.

Pasemos ahora al tema moda… otro que puede dar mucho de sí.

Si pensábamos que tras Eva Nasarre y su puesta de moda de los calentadores en los 80 habíamos tocado fondo, no… aun podíamos escarbar más. En este aspecto podemos echar gran parte de la culpa a las series americanas y la moda importada del otro lado del Atlántico: Sensación de Vivir (de potar), El Príncipe de Bell Air, Mel Rose Place… hasta la afamada Friends han sido un mal ejemplo de cómo debían de vestirse los jóvenes (y las jóvenas) y más que un mal ejemplo, hasta una afrenta al buen gusto. Lo malo de todo esto, es que no había otra cosa que comprar y ponerse. Por aquel entonces ir con los pantalones de pitillo, la camiseta de Iron Maiden y las All Star, (bueno, las John Smith) ya no molaba tanto.

Las camisas marcaron un hito en cuanto a brillos, estampados imposibles y abotonamientos hasta el cuello. Por poner un ejemplo, miremos a Chiquito, Will Smith en su ya nombrado Príncipe… o el de una serie que tuvo su aquel: Parker Lewis Nunca Pierde.
Aquí también tendrían cabida la camisa vaquera, otra que tuvo su aquel y que un jovencito Jesús Vázquez en un infumable “Hablando se Entiende la Vasca” presentaba, además de provocar los más bajos pensamientos de las féminas. Por cierto mozas, siento deciros que es gay y está casado por si aun albergabais esperanzas de reformarlo (yo casi he desistido con Jodie Foster).

Las camisetas tuvieron un hit entre los hits. Ahora dudo de si fue más de los finales 80 o podemos echarle la culpa a los 90 de la irrupción de… TACHAN!!!!! “Smilie”. ¿Cuantas camisetas se llegarían a ver de ese redondel amarillo con ojos y sonrisa?

En cuanto a los pantalones, podríamos decir que si la moda es algo cíclico, lo de los pantalones deberíamos asemejarlo al movimiento de una onda. Actualmente nos encontramos en el valle de la onda y en los 90 estábamos en plena cresta.

No no… Cachuli no fue un innovador en eso de llevar el pantalón sobaquero, en los 90 eso ya se llevaba y si no, podemos echar un vistazo a Manolo García (El Último de la Fila) y muchas fotos que por ahí tenemos. Ahora nos encontramos en el valle como digo, y si no vas enseñando la marca de tus gayumbos no eres cool.

Como una acción reacción, claro está, llevar el pantalón sobaquero mostraba los calcetines y por eso había que cuidarse muy mucho de no llevarlos blancos (y de los de la ralla azul y roja menos). Ahora, como los llevas por las rodillas raro es ver a nadie con los bajos destrozados o llenos de mierda, literalmente hablando, tras haber barrido las calles de tu ciudad o pueblo.

El caso es que, como comentaba al principio, es ahora cuando a alguien se le ocurre hacer una fiesta temática que a uno le da por echar la mirada atrás… muy atrás y te quedas maravillado de cómo se podía ir así por la calle, cómo te podía gustar tal serie o cómo podías bailar sin descanso ciertos temas que ahora causan sonrojo al escuchar.

Siempre podremos achacarlo a que nos hacemos mayores, que los gustos cambian… sí… pero hay ciertas cosas que son inamovibles como puede ser que los Beatles o Leonard Cohen (aun siendo un muermo de tío) nunca dejen de ser buenos y que mucha de las cosas nombradas anteriormente, nunca fueron buenas.

Las digeríamos como digeríamos Don Simón en el parque con los colegas, y no por ello el tintorro en Tetra Brik antes era bueno y ahora no. Nunca lo fue y ahora nos damos cuenta.

viernes, 7 de octubre de 2011

Miedo


Uno de estos días en los que me he sentido más aburrido que de costumbre, me dio por hacer un acto de introspección personal y ponerme a indagar en los más profundo de mi persona. Vamos, que no había logrado engañar a nadie para salir a tomar algo y que me diera el aire. Así que entre mirarme un poco el ombligo o presenciar el deplorable panorama televisivo me incliné por mi persona.


El caso es que tras un rato pensando en nada y tras sacar varias pelusas incrustadas en el comúnmente llamado timbre (un gran misterio el cómo llegan a ocultarse ahí, ¿procrean acaso?), caí en la cuenta que no tenía ningún miedo o fobia destacable.

Como acto meramente experimental, no se me ocurrió otra cosa que meterme en el armario (para luego salir de él.. je je… que cachondo que soy) a ver si la oscuridad o el estar encerrado provocaba en mi alguna sensación desagradable o simplemente el más absoluto de los pánicos. Nada.
Probé abriendo el armarito bajo el fregadero en el que tengo el cubo de basura y metí la mano por ahí, a ver si el tacto de las hormigas o cucarachas que ahí habitan ejercían esa sensación de pavor tantas veces comentadas por la gente. En fin… tampoco funcionaba.

Me estaba empezando a inquietar el ver que no tenía miedo a nada, tampoco al hecho de encontrarme solo en casa (eso puede que llegue a ser un coñazo, pero miedo no me daba), escuchar los sonidos de las tuberías o los misteriosos pasos de mi vecina de arriba. Ahora que caigo, guarda cierto parecido con la madre de Norman Bates, pero es un encanto de mujer y cuando hace callos siempre me baja un tupper.

Ya llevaba un buen rato dándole vueltas al tema y la angustia se estaba apoderando de mi. ¿Cómo podía ser que no tuviera miedo a nada? No podía salir a la calle con esta actitud de “Juan Sin Miedo”, pasear por la casa de campo a las tantas de la madrugada sin temor a que una trabajadora del amor me asaltara, no podría estar tan tranquilo en casa sin pensar en que en un momento dado alguien viniera a robar o un cortocircuito iniciara un fuego y quemase mi colección de toreros y sevillanas.

De repente una gota de sudor frío partió de mi sien y bajó lentamente recorriendo mi cara hasta precipitarse al vacío. Estaba acojonado por el hecho de no tener miedo… y eso me reconfortó. Al menos tenía miedo a algo.

Por cierto, huelo a callos, voy a subir a devolverle el tupper a mi vecina.

martes, 20 de septiembre de 2011

El regreso

La vuelta de vacaciones ha resultado peor de lo que me esperaba, estoy pasando por un periodo de adaptación realmente duro y al que no veo salida en un corto periodo de tiempo.

No he sufrido la depresión post-vacacional, esa que tanto hablan los telediarios actualmente y que viene muy bien para llenar los bolsillos de los terapeutas espabilados de turno. Pero la cosa parece ser mucho más seria que eso.

Desde el primer día que sonó el despertador, su pitido me resultó gracioso y no algo chirriante que siempre me sobresaltaba en el momento más álgido de alguno de los sueños, sueños que luego soy incapaz de recordar. Salgo de la cama de buena gana y si me lavo la cara será más por costumbre que por necesidad… ni rastro de legañas. Bueno, al menos tengo que peinarme, porque ya sería para nota el no tener que hacerlo.

Esta rutina y las que voy a seguir contando son la tónica general desde hacer unas semanas.

No me cuesta prepararme el desayuno y me tomo con sumo placer mis cereales, sin necesidad de salir de casa con una buena dosis de cafeína para afrontar la calle con un mínimo de garantías

Con relativa rapidez encuentro el vestuario adecuado y no pierdo minutos pensando si esta camisa es más apropiada para llevar con esos pantalones o si el olor de mis calcetines indican ya la conveniencia de probar con un par limpio del cajón.

Pero lo peor no es eso, es que el trayecto al trabajo lo hago completamente espabilado y disfrutando del transporte público como si se tratara de una bendición que nuestros amables y competentes gobernantes nos ofrecieran en pos de nuestra comodidad y ahorro.

Al llegar al trabajo, si subo a la cafetería con mis compañero es más por dar charla animada que por la necesidad de una segunda dosis de cafeína (y eficaz desatascante, que todo hay que decirlo del café de máquina) o contarnos nuestras penurias sobre falta de sueño, cansancio acumulado tras la semana de trabajo o tras un finde en el que no es que se haya hecho algo especial, es que simplemente nos hacemos viejos y lo más mínimo nos agota. No. Yo estoy dicharachero y digamos que hasta cierto punto agudo y original en mis comentarios.

¿Cual es el problema de todo esto? Evidentemente la gente se preguntará qué hay de malo en ello, pero es simple y llanamente que no quiero seguir así.

Estoy empezando a notar que en el metro me miran mal, mis compañeros de oficina me esquivan, no quieren tener a un tío animoso junto a ellos y lo que es peor, no aguanto mi cara alegre al mirarme al espejo por las mañanas.

Juraría que yo sí que voy hacia una verdadera depresión post-vacacional, he debido de desconectar tanto y haber recargado hasta tales niveles mis pilas que me he transformado en alguien que realmente me preocupa y me gusta menos aun. Quiero volver a necesitar mis dosis de cafeína, necesito tener que arrancarme las legañas como cuando me quito los tarzanitos del culo… me encantaba llegar al trabajo y echar pestes del olor a sobaco de quien se me sentó a mi lado en el metro… y como no, todo un clásico… llegar a dormirme en el trabajo frente al monitor del ordenador.

martes, 16 de agosto de 2011

Los 40 Impresentables


Guau guau guau… pío pío pío…

Permitidme que hoy me ponga en plan el gran Joaquín Luqui con el post de hoy y es que vamos a intentar hablar de música  (por llamarlo de alguna manera… lo de música, me refiero).

El panorama musical está plagado de personajes que si nos paramos a pensarlo, son la viva estampa de ese refrán que dice: cría fama y échate a dormir.

Me explico. El caso es que hay gente que merecida o inmerecidamente (la mayor de las veces), se hacen un hueco en el panorama musical y sea español o del resto del extranjero. A partir de ese momento, la gente es capaz de tragarse cualquier truño que les ofrezcan y estar dispuesto a mover las caderas con las creaciones más… ¿infumables? ¿horteras?

Admito que mis gustos musicales pueden llegar a ser particulares, que el tipo de música que ofrece esta tropa de genios no me provoca lo más mínimo. Pero marcarse las versiones que se marcan o realizar canciones usando samplers de canciones antiguas e intentar vender como novedoso lo que no lo es, yo lo calificaría como una tomadura de pelo. Pero bueno, ahí los tenemos, vendiendo y llenando pistas de baile.

Bueno, hagamos un top de mis favoritas.

1º, se nos presenta un tío que con canciones en las que la gente silbaba, ha llenado sus bolsillos. Pues bien, ahora se nos destapa con una versión de “Far L’amore” de Rafaela Carrá del todo inclasificable. Lo que más me alucina es que escuchando Radio3 (templo musical radiofónico), el locutor se desplegaba en alabanzas sobre ésta versión. Juzguen ustedes que yo seguiré buscando en el vídeo en qué momento sale la cabra de los gitanos a bailar.

2º, por méritos propios no puede faltar King África. Se atreve a vendernos un clásico patrio como es La Ramona, eso sí, se ayuda del creador. Fernando Esteso, gran actor donde los “aiga”.

3º, hay un personaje llamado Pitbull que está que lo peta y esta vez se nos junta con otra gran creadora musical para vendernos como nuevo una cosa que ya me irritaba bastante en mi época moza, la lambada. Vale, aceptamos que estás jamona chica… pero el producto que vendes está muy revenido. Aun así, te felicito, se lo has colado al consumidor como caviar de primera.

4º, los Black Eyed Peas, jo… a estos aunque no me gustan los tenía en relativa buena estima, pero claro, tras recuperar Time of my Life de la película Dirty Dancing se han ganado la mención.

5º, esta es una canción ya de hace un par de años creo. Pero se lo merece, aparte de porque por lo menos debería meter 5 canciones para que me quede una cifra redonda. Tenemos un personaje que como todos los de esta clase van con pinta de chungos lo cual me hace sospechar que es debido a que de pequeños les robaban en el recreo el bocata de nocilla (ahora solo verle, parece que se está comiendo todos los que le robaron). Bueno, ¿qué esperar de alguien que hace un sampler de Verano Azul en plan “soy más duro que Chuck Norris”  y rodeado de tías jamonas? Sobra todo comentario.

Aceptemos que para gustos los colores, así que majos, ¿por qué no os lo curráis un poco y hacéis algo nuevo? No sé Rihanna no me provoca especialmente, pero al menos ofrece algo nuevo (bueno, se pasa con sus insinuaciones), Beyoncé aparte de gritar y enseñar jamón (tela los muslacos que gasta) hace cosas nuevas y la Ga Ga me irrita, sí… pero aporta algo.

Aun así, el problema creo que está en el consumidor que es capaz de tragarse cualquier cosa.

martes, 9 de agosto de 2011

Mamá está en la peluquería


Hoy estoy dedicado a reivindicar la labor social de ciertos lugares y que por ende deberían de verse beneficiados por parte de las autoridades públicas competentes de alguna manera. Esto no sería más que el reconocimiento a una labor que inconsciente, desinteresada o quien sabe si inconscientemente desinteresada.

Me voy a centrar en las peluquerías y más en concreto en las peluquerías de señoras, aquellas que visitan nuestras entrañables ancianitas. Podríamos decir que realizan una labor supletoria a los centros de día para la tercera edad, ya que aquellas que pudiendo ir al centro de día de su localidad a ponerse al día de los chafardeos cotidianos, ya sea del barrio, población o comarca, en las peluquerías encuentran eso y mucho más:

  • un Hola, Lecturas o Diez Minutos (cuenta la leyenda que una muy avezada hasta llegó a tener en sus manos el Cosmopólitan) para ampliar el radio de acción de sus conocimientos a zonas de más glamour o caspa (según se mire)
  • una persona que no tiene más remedio que aguantar la chapa que suelte la señora mientras la tiñe, arregla el moño o lo que sea. Toda una profesional que debería recibir un plus en su nómina, todo hay que decirlo
  • un plantel de iguales, que encantadas de la vida por matar el tiempo de espera a que les llegue el turno de ser atendidas, están dispuestas a darle a la sin hueso sin parar

Todo esto no deja de ser una terapia, que dado que no está cubierta por la Seguridad Social, ha de ser abonada y pagan gustosamente. Y con el gran añadido, no olvidemos, de que ellas salen del establecimiento sintiéndose más guapas y hermosas amén de puestas al día.

Desde aquí mi reclamación a que si las instituciones públicas subvencionan, por poner un ejemplo, líneas aéreas por traer pasajeros a un aeropuerto a todas luces ruinoso, ¿por qué no hacer lo mismo con las peluquerías de señoras? Es más, aquí sabemos que el beneficio es palpable: mejora del conocimiento y autoestima del colectivo femenino de la 3ª edad y ahorro en las arcas públicas al estar ahorrándose la plaza del centro de día que a falta de este comercio, sería necesario cubrir.

Para otro momento dejaremos el estudio del colectivo masculino, que tiene manías distintas pero no por ello hemos de dejar en el tintero. Subvencionar un club de alterne se me antoja excesivo, pero deberíamos mirar por el hostelero que acoge a un buen grupo de hombres que con la sola consumición de un chato de vino (o café en su defecto) son capaces de realizar auténticos maratones de dominó o mus.

lunes, 11 de julio de 2011

Poet Astren

Nena
Altérame lo que corre por mis venas
No tengas pudor
Hazlo por amor
O simple compasión

Ando necesitado de emoción
Mi única esperanza
Juega con tu baza
Y contar con tu colaboración

Quiero que me hagas hablar
Emplear un vocabulario
Que no uso a diario
Ni en las fiestas de guardar

Quiero gritar
Eres una guaggggrrrra
Eres una puergggggca
Eres una zogggggrrrra

Que me incites a la masturbación
Perdón por la expresión

Liberar tanta tensión
Guardada tras muchos años
Acumulada tras tanta represión
Y culpable de tantos daños
En mi aparato reproductor

Condena sufrida a diario
Que todo acumulado
Así me han dejado
Tras años de seminario

miércoles, 22 de junio de 2011

Etapa

Hoy me he encontrado que pedaleando puedo llegar donde quiera. No es problema que tenga una edad u otra, cogeré todas mis ganas en una mochila y me lanzaré a tumba abierta a recorrer ese paso que me queda hacia la frontera psicológica que tengo al otro lado.

Estoy resuelto a hacerlo, me lanzaré a toda velocidad, mis piernas serán transmisoras de todas mis ganas y romperé la barrera que ahí estará plantada para quitarme las ganas de seguir en línea recta o torcida.

Estoy lanzado… hoy o nunca es el momento de mentalizarme e iniciar la etapa. 

viernes, 10 de junio de 2011

Musa


A veces me he decidido a escribir algo y me he plantado frente a la pantalla y el editor de texto con la firme convicción de que voy a escribir algo realmente interesante… que voy a lograr sacar de dentro de mí, textos maravillosos, interesantes, etc., etc…

La cruda realidad es que mi Musa debe de estar de vacaciones o lo que es peor, debió de entrar en alguno de estos planes de prejubilación que está tan de moda últimamente en las grandes empresas de este país.

Ayer creo que fue una de esas jornadas en las que plantado delante del ordenador, me estuve estrujando la cabeza para poder sacar algo interesante para mi (y si ya es interesante para el lector que por ahí se encuentre, sería la leche) y no logré nada… salvo tres párrafos en los que todavía no he dicho nada.

En las búsquedas por ahí de mi Musa (con la sana intención de recuperarla), todo lo más que he encontrado es alguna aprendiz de la misma pero con muy altas pretensiones para su experiencia y currículum indemostrable. Pero claro… ¿qué hacer cuando uno está desesperado? Pagar y aguantarse.

Los resultados en todo este tiempo han sido dispares y dada la situación de crisis y las altas tarifas presentadas, me he visto en la obligación de tantear diferentes propuestas de Musa/Becaria hasta dar con alguna a la que poder ofrecerle contrato fijo con generosos beneficios sociales. Pero el caso es que ayer di con una que me convenció plenamente.

Su tarifa no ha sido especialmente barata y la verdad es que como Musa no vale un pimiento, pero sus masajes con final feliz son como para erigirle un monumento.

Mientras tanto, esperaré aquí relajado a ver si mi verdadera Musa solo se ha ido de vacaciones, porque lo que es buscar a otra, no voy a seguir haciéndolo.

lunes, 6 de junio de 2011

Halitosis


El otro día, cepillándome los dientes y tras realizar el tradicional aclarado de los mismos, las palabras empezaron a brotar de mi boca a borbotones. Se trataba de un fenómeno completamente descontrolado ya que todas salían sin yo poder frenarlo y sin pasar un mínimo filtro o censura por mi cerebro.

Todo hay que decirlo, no se trataba de palabras malsonantes, ni la combinación de todas ellas en sus respectivas oleadas de salida daban lugar a incoherencias. Aunque pueda resulta absurda la imagen de alguien con un cepillo de dientes en la mano y soltando palabras una tras otra frente al espejo de un baño.

Afortunadamente, para mi sobre todo, el fenómeno fue finito en el tiempo y ese manantial léxico como vino, se fue y pude abandonar el baño un poco más relajado aunque no del todo, puesto que no tenía la seguridad que esto no fuera a ser un volcán que volviera a entrar en erupción en el momento más inoportuno.

Ya con más tranquilidad decidí pararme a pensar en lo que había ocurrido y las frases que de mi boca habían salido, teniendo como nexo común lo fresco y chisporroteante de todo lo que en ese momento fui capaz de decir.

Desde entonces vivo angustiado, me cepillo los dientes cada dos por tres y me he convertido en un consumidor compulsivo de chicles y caramelos (sin azúcar por supuesto), temeroso de que un día la halitosis haga acto de presencia.

jueves, 2 de junio de 2011

Y la vida se repite.

Cuando dejaron de ser uno se sintieron felices pero despistados, ya no pensaban para si, ya no actuaban para si, todo lo hacían en beneficio de ellos dos, de la pareja. Con el tiempo el despiste no disminuía sino todo lo contrario y la felicidad disminuyó. Al final llegó un día en el que fruto del despiste acabaron cada uno por su lado y empezaron a ser uno.

Siendo uno, se sintieron solos, tristes y buscaron compañía. Cuando dejaron de ser uno se sintieron felices pero despistados……

domingo, 15 de mayo de 2011

Resulta que Alejandro Sanz se ha rebotado un poco porque han hecho chanza de un comentario suyo en Tiwtter en el que escribía la palabra "buestra", que para qué nos vamos a engañar, hace un poco de daño a la vista.

Bien, el caso es que cuando alguien famoso comete algún error, debería estar acostumbrado a que la gente le critique o... si como parece ser, eres un poco odiado, no solo te critiquen si no que además se descojonen de ti. Pues nada, el mozo resulta que se ha mosqueado y mucho.

Pero lo que me ha llamado la atención han sido dos frases:  "Yo no escribí eso pedazo de burro"; como contestación y después un: "Hoy decido que dejo de escribir en twitter..."

Si la primera frase es toda una demostración de buen saber estar y aceptar de buen grado lo que se te diga, la segunda me deja perplejo. ¿Si no lo escribiste tu, es porque tienes a un "negro" que lo hace por ti? Si es así... ¿como que hoy decides que dejas de escribir en Twitter?

Me tienes despistado majo.

PD. Últimas noticias, no han pasado ni tres días de su amenaza pero por lo que se ve, ha vuelto a Twitter bajo la excusa de que "rendirse es muy aburrido". Creo que el que aburre eres tu.

martes, 26 de abril de 2011

Este rey es un cachondo


La verdad es que tenemos un rey que es un cachondo de los que no se ven por muchos lugares.

De pequeñito, en el colegio me contaban en las clases de historia, las notables andanzas de cristianos contra infieles, los moros, me explico… ya que infieles infieles, en aquellas épocas eran todos los que no casasen con las ideas de unos cuantos apalancados en sitios de poder e influencia notable.

Cómo no recordar ese capítulo en el que nos decían que el Cid espantaba al sarraceno incluso siendo un cadáver. Que bonito si no fuera porque más adelante te acabas enterando que el buen luchador era un mercenario que tan pronto servía a un bando como lo hacía con el otro.

Pero bien, no nos desviemos del tema en cuestión. El caso es que fueron muchos años de lucha con el enemigo, recuperando plazas y ganando terreno hacia el sur de la piel de toro. Todo esto, según lo que yo (y muchos) han estudiado, se vio culminado tras la toma del reino Nazarí de Granada por los Reyes Católicos en 1492. Ah… famosa frase la que le dijo a Boabdil su madre si no recuerdo mal: “llora como mujer lo que no supiste defender como hombre”.

Llegados a este punto, puede quedar más que claro que los Reyes Católicos si no los únicos responsables de la reconquista, si fueron quienes culminaron el proceso. Proceso que a la postre y dado lo delicados que eran por aquellas épocas, más bien fue el de dar de hostias al sarraceno, quitarle lo que tenía y o te reconviertes o te reconvierto.

¿Qué tiene que ver todo esto con que me atreva a decir que nuestro rey es un cachondo? El actual, Juancar, me refiero.

En esta semana se ha pasado a visitarnos el Emir de Qatar, y he aquí que le ha sido concedida al mismo y esposa el collar y la cruz de la Orden de Isabel la Católica.

Creo que sobra cualquier comentario o aclaración sobre este sinsentido.

martes, 12 de abril de 2011

Preguntando

Qué pensar cuando alguien tras cuatro horas de viaje placentero en coche, de vuelta tras un fin de semana de asueto (o no). Dando gracias porque los tradicionales atascos de entrada a la capital no se han manifestado contigo en medio y cuando ya enfilando la entrada a la M30 no se le ocurre mejor comentario que:

“¿He tirado de la cadena antes de dejar la habitación?”

Pues sí… solo aciertas a comentar que es un sinsentido.

jueves, 7 de abril de 2011

El traje


Un traje de Elvis para quitarse las depresiones. Suena raro, suena simple, pero así de eficaz.

Su vida de un tiempo a esta parte se había vuelto demasiado insoportable como para aguantar así porque sí, pero mira tu por donde, con un traje de Elvis, había descubierto el mejor de los antidepresivos. Atrás quedaban esos años de pastillas para superar una depresión permanente como era la que le estaba acompañando a todas partes.

Hubo una primera fase en la que la insoportable presión cargada sobre sus hombros, la insoportable responsabilidad sobre él, hicieron que tocase fondo. Todo así, de gratis, cuando en un principio todo había sido felicidad, facilidades… sin darse cuenta se metió en esa espiral de intereses, de avaricia, de quererlo todo porque sí y entonces se encontró en el fondo de un pozo sin muchos visos de poder escapar de el.

Tras esto vino una segunda fase, una segunda fase de añoranza por lo que se tuvo y no se tenía, por lo que fue y ya no era. Todo lo que sentía era una sensación de que aun estando en el fondo del pozo, estaba intentando huir de él escarbando más.

No le quedaba especialmente bien el traje. Con ese cuerpecillo que se le había quedado, intentar acomodarlo en la ropa de una persona obesa, como era la de aquel Elvis de los años setenta de traje blanco, campanas, solapas y lentejuelas era tarea difícil. Pero un traje bien logrado en conjunto se imponía sobre el resto, y un cuerpo delgado quedaba en segundo plano para él dentro de ese traje blanco inmaculado, una vez empezaba a moverlo como solo él lo movía, y… todo hay que decirlo, se movía como nadie.

En los años más duros, atiborrado de pastillas e intentando mantener un ritmo como el de los momentos felices hizo que se le pasase de todo por la cabeza, incluido el coqueteo con la muerte, con el suicidio. ¿Qué mejor manera de terminar con todo esto si no es mandándolo todo a la mierda de una vez por todas? Bien mirado, para vivir así, por qué vivir, ¿qué sentido tenía? Pero todo se planteó de otra manera cuando uno de los pocos amigos que le seguía tratando y comportando como amigo, le dio la razón en que para vivir así, por qué vivir… así. Ciertamente, por qué no mandarlo todo a la mierda de una vez por todas y le propuso que por qué no seguir estrictamente con la frase, con la pregunta, pero no inmiscuyendo a su ser entre medias.

Si hay algo que te martiriza, simplemente déjalo, cambia. Radicalmente.

Y ahí estuvo la clave, cambiar radicalmente con su vida, con lo que era su existencia hasta la fecha, romper con todo: trabajo, círculo de amistades,  lugar de residencia, todo.

Fin de la primera fase

Se instaló en una ciudad anónima, en un pequeño pero acogedor apartamento suficientemente grande para él. Aterrizó con lo puesto y poco más, no había nada con que llenar las estanterías y cajones de su nuevo hogar, encontró un trabajo que le permitía pasar desapercibido entre la multitud y suspiró por lo que parecía que era el comienzo de su nueva vida. Pero la falta de amigos, la falta de una vida social se echaba de menos y por mucho que esa presión, que ese ritmo había cesado no por ello los problemas se arreglaron, bueno… la depresión no se arregló.

En sus ratos muertos se sumergía en alcohol y dos bloques de hielo acompañados con una conveniente ración de pastillas que conseguía sin muchos problemas. Era una rutina diaria pocas veces alterada con las visitas de aquel su único amigo que le animó a romper con todo, la única persona que sabía quien era él realmente en ese universo de anonimato que se había creado tras la huida: trabajador anónimo, vecino anónimo, alcohólico anónimo…

La fortuna de tener un trabajo en el que pasaba tan desapercibido hacía que sus problemas de alcohol y pastillas no se tradujeran en un despido, que si bien no hubiera sido un problema económico real para él, si hubiera sido a la postre el definitivo empujón que le hubiera tirado al abismo.

Su aspecto en este tiempo de anonimato no es que hubiera mejorado mucho. Bueno, más delgado sí que estaba (falta de comida y exceso de bebida), pero las ojeras marcadas y una barba de varios días, a lo que podríamos añadir una ligera falta de higiene y dejadez por su aspecto, le asemejaban más a lo que definiríamos como mendigo que a la persona que fue en su momento y todos conocimos.

Fue una de sus muchas tardes de alcohol y pastillas, y a la vista de su lamentable aspecto, que su amigo le inquirió que por qué se hacía eso. No era aquella la decisión que habían tomado cuando decidieron cortar por lo sano y dejar todo aquello que le destrozaba como persona, que hacía que no fuera quien había sido y quería volver a ser. Si su problema no se había solucionado con pastillas en su momento, por qué ahora sí se iba a arreglar y además, regado con una buena ración de alcohol. El quid estaba en disociar la persona de las expectativas creadas sobre ella, en quedarse con la persona y la persona era él.

Él se miró en el espejo que había frente a la barra de aquél oscuro bar, se fijó en la barba, en las ojeras marcadas, agachó la mirada y clavó sus ojos en una manos temblorosas que se repartían el trabajo entre mover un vaso medio vacío y arrugar una servilleta de papel. Levantó de nuevo la mirada y no reconocía a la persona que había al otro lado. ¿Quién era esa persona? ¿Qué había hecho para llegar hasta allí? ¿De qué le había servido huir si en la huida se había traído todos los problemas pese a haber salido con prácticamente una mano delante y otra detrás? Realmente, la persona estaba ahí… pero los problemas también, no había sido capaz de darles esquinazo. Deseaba volver a ser él, pero sin cargas, sin responsabilidades, sin esa presión insoportable.

Su amigo le abrió los ojos al recordarle que todos esos problemas habían venido de la mano de las expectativas que en los últimos años habían creado sobre él. Simplemente pasando a ser una persona anónima esas expectativas habían desaparecido, seguía siendo él pero sin que nadie le exigiese o esperase nada de él.

Se tu mismo, no hay nadie que espere nada de ti.

Llevó mascullando durante días aquella frase con la que se despidió su amigo aquella noche (al menos había sido la última noche de pastillas y alcohol), cuando a sus manos llegó aquel anuncio de ese local de Las Vegas con ese espectáculo/concurso de fin de semana.

Fin de la segunda fase

Llegado el fin de semana en cuestión cuando se levantó, fue directo al armario, lo abrió y se quedó mirando aquel porta trajes que desde el primer día llevaba ahí colgado. Lo cogió y dejó sobre la cama deshecha, tras un suspiro bajó la cremallera y sacó el traje que contenía. Olía un poco demasiado a naftalina, pero estaba impecable. Un pantalón blanco de pata de elefante con bordados de color y lentejuelas plateadas y rubí, una cazadora solapona igualmente blanca, bordada y con lentejuelas en conjunto con el pantalón y una camisa blanca de cuello levantado con volantes en pecho y puños. También tomó aquella caja de cartón y sacó de ella el par de botas tejanas blancas, necesitaban una buena ración de betún blanco para recobrar el lustre que habían tenido tiempo atrás, pero no era problema. Estaba todo preparado y fue cosa de minutos enlucirlas y dejarlas impecables. Faltaba el toque… y del cajón tomó unas gafas de sol cuadradas de cristal naranja, montura metálica gruesa de color dorado y las patillas agujereadas como las hojas de papel contenidas en un archivador.

Fue directo a la ducha a mejorar su higiene, una ducha de agua caliente para despejarse y borrar de su piel estos meses de dejadez. Un afeitado y ajuste de sus patillas, y todo empezaba a tomar otro color. Al abrir el armario del baño para guardar la cuchilla, el gel de afeitado y el aftershave reparó en la cantidad de frascos de pastillas que había acumulado. Como un acto reflejo y sin pensarlo, los tomó uno a uno y vertió su contenido en la taza del váter tirando después de la cadena para quedarse observando como tras del remolino de agua se perdía una mezcla extraña de puntitos de colores. Con la toalla anudada a la cintura se miró en el espejo y empezó a gustarle lo que venía.

Se vistió con ropa cómoda y salió de casa camino de la estación de autobuses llevando consigo el porta trajes, las botas y una bolsa para llevar diversos objetos. Una vez en la estación y mientras esperaba que llegase la hora de salida de su autobús reparó en que tenía hambre, los nervios le habían levantado el apetito y desayunó por primera vez en mucho tiempo y de manera copiosa.

El viaje se le hizo interminable, malditos nervios, y lo dedicó a hojear unas cochambrosas revistas que alguien había dejado en su asiento en la ruta anterior y a mirar el paisaje que pasaba frente al ventanal tintado que equipaba aquel coche de línea. No pegó ojo en todo el viaje lo que hizo que llegase a Las Vegas ligeramente cansado.

Desde la estación de autobuses tomó un taxi que le llevó al centro de la ciudad en donde buscó un hotel donde alojarse y poder pasar la noche. Tomó habitación en un modesto hotel de la zona centro, nada parecido a los lujosos conglomerados de cemento, acero y neones que pueblan las avenidas principales. Aun tenía tiempo libre hasta que llegase la noche y lo empleó en descansar un poco sobre la cama de su habitación y después dirigirse a un restaurante donde tomar un tentempié, otra vez malditos nervios.

El local en cuestión no se encontraba demasiado lejos del hotel donde se hospedaba por lo que decidió que una buena manera de rebajar nervios sería ir dando un paseo hasta él. Una vez dentro le indicaron donde podría cambiarse junto con el resto de participantes y que disponía de una consumición gratis de la selección de bebidas de la barra.

Su actuación fue la más sonada, a pesar de que su cuerpo no se asemejaba mucho a la de aquel Elvis de los años setenta, hubo una especie de áurea que le envolvió y que a cada movimiento de su cuerpo al compás de las canciones hiciera que la temperatura del local y la entrega del público fuera “in crescendo”. Ganó el concurso, dado lo cual, el dueño del local le sugirió actuar con relativa frecuencia, cosa que él no dudo en aceptar al instante sin pararse a negociar ningún tipo de condición o contrapartida por ello.

Desde ese día, todo cambió. Seguía siendo un trabajador anónimo y un vecino anónimo, pero ya no era un alcohólico anónimo, no. Era quien había sido antes, pero sin problemas a sus espaldas, sin depresiones. Era una persona anónima que de vez en cuando tomaba un autobús de línea a Las Vegas actuaba vestido de Elvis en un local relativamente anónimo y que recibía los aplausos de la gente.

Y así fue… un traje de Elvis para quitarse las depresiones. Suena raro, suena simple, pero así de eficaz.

martes, 29 de marzo de 2011

Unos azotitos.


Rihanna ‘me gusta que me azoten y me aten’

Esta artista se ha destapado con unas, cuanto menos, curiosas declaraciones en la revista Roling Stone. En esta sociedad tan particular en la que vivimos levantarán ampollas y en algunos levantará otras cosas que no tienen “am”. Ya sabemos que la gente se sugestiona viendo unos pies, unos tacones, etc… así que con unas declaraciones así mejor no entro en detalles.

No dejara de ser un sinsentido para su expareja, de cuyo nombre no puedo acordarme (a mi es que el rap no me va mucho.Yo soy como Bruce Willis en “El Último BoyScout” que ante la amenaza de hacerle sufrir y torturarle uno de los malos, el se destapa con un: “¿quieres hacerme sufrir? Pues cánteme un Rap”),  ya que el pobre fue condenado por maltrato hacia la moza. Quien sabe si lo que realmente ocurrió en aquella ocasión es que se emocionara más de lo normal, ella le pidiera algo más contundente y vaya que si lo dio. Resultado final, ella unos más que evidentes moratones y el una visita guiada al calabozo.

Bueno, el caso es que esto sacará a la luz la hipocresía de unos, el interés de otros cuantos por los asuntos ajenos y mi más absoluta indiferencia. Porque la verdad… a mi qué me importa que a esta mujer le guste que la atén al cabecero o la pongan las nalgas (bellas nalgas por cierto) como un tomate de coloradas. Si ella es feliz así, pues nada hija… búscate un hombre que te quiera, que te tenga llenita la nevera y el culo a cien grados centígrados. Cada uno, que haga o disfrute de sus temas como le venga en gana es su intimidad, es su vida y punto, ¿no?

Ahora bien… también cabría la posibilidad de que todo esto sea una maniobra para estar en boca de más de uno y darse publicidad gratuita. Que la gente hila muy fino hoy en día y con tal de ser la comidilla, no le importa que se la imaginen esposada al cabecero de la cama y solicitando ser castigada por chica mala.

Vaya… esta última imagen no pinta mal.. hasta otra, que tengo que ausentarme.

martes, 8 de marzo de 2011

Observando

Siempre he tenido un yo "voyeur" al que le gusta observar a la gente que le rodea sin más. A veces se pueden llegar a sacar conclusiones de lo más variopinto sin pretender hacerlo, ya sea por gestos, vestimenta, conversaciones que captas sin querer (no soy cotilla, eh?), etc.

Uno de los mejores lugares para saciar este yo es sin duda, el metro. Una muchedumbre ahí expuesta para que tu, si no estás leyendo, te puedas recrear viendo lo más variopinto de la fauna urbana. No suelo cogerlo mucho que se diga (el metro), además no me gustan las aglomeraciones y en hora punta a pesar de que es un medio de transporte que me gusta, huyo de él como alma que lleva el diablo.

En fin, que siempre que tengo oportunidad  y monto en metro, procuro echar un vistazo a la gente que me rodea. La gente del trabajo la tengo muy vista y en los semáforos a lo más que llego es a lo guarra que es la gente porque el que no se está sacando un moco, tira la colilla por la ventana, un papel o lo que se tercie.

También me ha llamado la atención, la facilidad de la gente para entablar conversación entre sí en determinados sitios. Por ejemplo el mercado: un sitio perfecto para que mientras estás esperando a ser atendido por el frutero, alguien te dé palique sobre cualquier cosa que a mi por lo general me trae al pairo.

El lugar por excelencia para entablar conversación es la cosulta del médico. Ahí suele ser inevitable escuchar las conversaciones de los demás, dado que la gente tiene la insana costumbre de contarse sus penas en un tono más alto de lo normal. No sé si porque todos están en una carrera a ver quien es el que está más malo de todos, más medicamentos lleva recetados, más penas padece, etc, etc.
Este es uno de los lugares en los que o te pones música a todo trapo, o no hay manera de evitar enterarte de las desgracias o penurias ajenas, haced la prueba. Yo por lo menos, con el periódico o con un libro he de alcanzar cotas de concentración increibles para llegar a no coger hilo de la conversación de alguien. Aun así, te llegan trazas de lo que comentan y es más que probable que puedas componer un escenario de qué penas le afligen al voceras de turno.

Podríamos decir que como las consultas del médico son sitios frecuentados por gente entrada en edad, es ese colectivo el que se encarga de amenizar la espera de los que allí nos encontramos y que la verdad, nos interesa bien poco qué es lo que les pasa. Pero no, no hay que ser tan mayor para contarle las penas al primer conocido (o no) que se pone a tiro.

Sí sí... he dicho que tengo un yo "voyeur", pero todo tiene un límite y una traza de su conversación me vale, no los medicamentos que le han sido recetados, cuanta fiebre tiene u otros detalles tirando a desagradables.

En fin... ¿para qué todo este rollo? Pues resulta que observando he hecho un descubrimiento: hay un lugar en el que a la gente no le gusta hablar, reprime esas ganas de hacerse notar y procura mayoritariamente mantenerse en el más discreto de los anonimatos. Es también en la consulta del médico pero según qué especialista.

No voy a entrar a detallár qué especialistas frecuento porque no viene al caso ni aportaría nada a esta historia, no... el caso es que tiene su lógica, porque pongamos por ejemplo que te presentas en la consulta del urólogo. A nadie le gusta ponerse a contar a viva voz que tiene "centollas" en los huevos o que tiene una infección del carajo para no dar opción a pensar a la concurrencia si eres un pobre desgraciado o un depravado de tres pares de narices. No, ahí la gente guarda un escrupuloso silencio y se dedican a sus lecturas, sus pensamientos, etc.

Como este, podríamos poner muchos ejemplos: estar en la cola del proctólogo y ponerte a hablar con el vecino que te van a meter una cámara por el culo para ver qué tal están tus almorranas o fisuras anales. Si se  trata de un hombre, empezamos a tocar temas delicados y que bordean la frontera del honor y la hombría de más de uno. De una mujer, no sé... pero por empatía supongo que tampoco agrada abrir (perdón por la expresión) tu corazón de esa manera a tus vecinos de asiento.

Y no solo el hecho de desvelar nuestra intimidad médica, no. Dichas conversaciones no son agradables para los demás y se puede percibir el gesto de disgusto en más de uno ante las conversaciones que puedan surgir en alguna de las situaciones descritas.

Volvamos al proctólogo: imaginarse la escena, ya sea Clauda Schiffer o un sexagenario, creo que es algo que tanto a mi como a otros no agrada. Alguien postrado e indefenso a lo que el bueno del facultativo quiera "escarbar" en ti, da cuanto menos, yu-yu.

Cómo podemos llegar a cambiar aun estando en un sitio técnicamente igual que el anterior, pero que entendemos que nos compromete más de cara a la gente que ahí puedas encontrarte. Y todo eso, sin llegar a plantearte que igual que tu se encuentra tu vecino de asiento, que él o ella (por lo de la paridad) no está ahí porque no tiene mejor manera con que perder el tiempo si no porque es más que probable que tenga un problema como el tuyo y sea capaz de solidarizarse mejor que cualquier otro contigo.

¿Es esto un sinsentido? Para mi definitivamente sí, pero cuando llegue el día que tenga que pedir recetas de viagra negaré la mayor y afirmaré que son para revenderlas en el próximo concierto de los Rolling.