martes, 8 de marzo de 2011

Observando

Siempre he tenido un yo "voyeur" al que le gusta observar a la gente que le rodea sin más. A veces se pueden llegar a sacar conclusiones de lo más variopinto sin pretender hacerlo, ya sea por gestos, vestimenta, conversaciones que captas sin querer (no soy cotilla, eh?), etc.

Uno de los mejores lugares para saciar este yo es sin duda, el metro. Una muchedumbre ahí expuesta para que tu, si no estás leyendo, te puedas recrear viendo lo más variopinto de la fauna urbana. No suelo cogerlo mucho que se diga (el metro), además no me gustan las aglomeraciones y en hora punta a pesar de que es un medio de transporte que me gusta, huyo de él como alma que lleva el diablo.

En fin, que siempre que tengo oportunidad  y monto en metro, procuro echar un vistazo a la gente que me rodea. La gente del trabajo la tengo muy vista y en los semáforos a lo más que llego es a lo guarra que es la gente porque el que no se está sacando un moco, tira la colilla por la ventana, un papel o lo que se tercie.

También me ha llamado la atención, la facilidad de la gente para entablar conversación entre sí en determinados sitios. Por ejemplo el mercado: un sitio perfecto para que mientras estás esperando a ser atendido por el frutero, alguien te dé palique sobre cualquier cosa que a mi por lo general me trae al pairo.

El lugar por excelencia para entablar conversación es la cosulta del médico. Ahí suele ser inevitable escuchar las conversaciones de los demás, dado que la gente tiene la insana costumbre de contarse sus penas en un tono más alto de lo normal. No sé si porque todos están en una carrera a ver quien es el que está más malo de todos, más medicamentos lleva recetados, más penas padece, etc, etc.
Este es uno de los lugares en los que o te pones música a todo trapo, o no hay manera de evitar enterarte de las desgracias o penurias ajenas, haced la prueba. Yo por lo menos, con el periódico o con un libro he de alcanzar cotas de concentración increibles para llegar a no coger hilo de la conversación de alguien. Aun así, te llegan trazas de lo que comentan y es más que probable que puedas componer un escenario de qué penas le afligen al voceras de turno.

Podríamos decir que como las consultas del médico son sitios frecuentados por gente entrada en edad, es ese colectivo el que se encarga de amenizar la espera de los que allí nos encontramos y que la verdad, nos interesa bien poco qué es lo que les pasa. Pero no, no hay que ser tan mayor para contarle las penas al primer conocido (o no) que se pone a tiro.

Sí sí... he dicho que tengo un yo "voyeur", pero todo tiene un límite y una traza de su conversación me vale, no los medicamentos que le han sido recetados, cuanta fiebre tiene u otros detalles tirando a desagradables.

En fin... ¿para qué todo este rollo? Pues resulta que observando he hecho un descubrimiento: hay un lugar en el que a la gente no le gusta hablar, reprime esas ganas de hacerse notar y procura mayoritariamente mantenerse en el más discreto de los anonimatos. Es también en la consulta del médico pero según qué especialista.

No voy a entrar a detallár qué especialistas frecuento porque no viene al caso ni aportaría nada a esta historia, no... el caso es que tiene su lógica, porque pongamos por ejemplo que te presentas en la consulta del urólogo. A nadie le gusta ponerse a contar a viva voz que tiene "centollas" en los huevos o que tiene una infección del carajo para no dar opción a pensar a la concurrencia si eres un pobre desgraciado o un depravado de tres pares de narices. No, ahí la gente guarda un escrupuloso silencio y se dedican a sus lecturas, sus pensamientos, etc.

Como este, podríamos poner muchos ejemplos: estar en la cola del proctólogo y ponerte a hablar con el vecino que te van a meter una cámara por el culo para ver qué tal están tus almorranas o fisuras anales. Si se  trata de un hombre, empezamos a tocar temas delicados y que bordean la frontera del honor y la hombría de más de uno. De una mujer, no sé... pero por empatía supongo que tampoco agrada abrir (perdón por la expresión) tu corazón de esa manera a tus vecinos de asiento.

Y no solo el hecho de desvelar nuestra intimidad médica, no. Dichas conversaciones no son agradables para los demás y se puede percibir el gesto de disgusto en más de uno ante las conversaciones que puedan surgir en alguna de las situaciones descritas.

Volvamos al proctólogo: imaginarse la escena, ya sea Clauda Schiffer o un sexagenario, creo que es algo que tanto a mi como a otros no agrada. Alguien postrado e indefenso a lo que el bueno del facultativo quiera "escarbar" en ti, da cuanto menos, yu-yu.

Cómo podemos llegar a cambiar aun estando en un sitio técnicamente igual que el anterior, pero que entendemos que nos compromete más de cara a la gente que ahí puedas encontrarte. Y todo eso, sin llegar a plantearte que igual que tu se encuentra tu vecino de asiento, que él o ella (por lo de la paridad) no está ahí porque no tiene mejor manera con que perder el tiempo si no porque es más que probable que tenga un problema como el tuyo y sea capaz de solidarizarse mejor que cualquier otro contigo.

¿Es esto un sinsentido? Para mi definitivamente sí, pero cuando llegue el día que tenga que pedir recetas de viagra negaré la mayor y afirmaré que son para revenderlas en el próximo concierto de los Rolling.

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