viernes, 22 de junio de 2012

Mi noche de S. Juan


Un día decidí deshacerme de todos los recuerdos inútiles que me rodeaban, de todas las cosas que había estado acumulando año tras año y que no hacían otra cosa mas que coger polvo allí donde había decidido colocarlas.

En un principio todos esos recuerdos fueron tratados con el debido respeto y dedicaba mi tiempo a tenerlos con un aspecto presentable, libres de polvo, etc., etc… pero como todo en la vida, uno se cansa y acaba olvidándose de los recuerdos, hasta que una gran capa de polvo se encarga de hacerlos desaparecer.

Pues bien, dado que no reparaba ya mucho en su presencia, un buen día, bolsa gigante de basura en ristre, los fui echando uno tras otro dentro de ella y una vez hice acopio de todos ellos, me dirigí a un lugar apartado y solitario dispuesto a quemarlos.

El espectáculo era impresionante, recuerdos de toda una vida completamente olvidados/ignorados a lo largo de otra vida, ardiendo majestuosamente y desprendiendo un agradable calor. Tal era la atracción de las llamas que ahí me quedé hipnotizado frente al fuego y no reparé en la cantidad de humo que respiré y hollín que se quedó pegado a mi cuerpo.

Una vez el fuego se extinguió, tomé tranquilamente rumbo a casa con la satisfacción de haberme deshecho de recuerdos de toda una vida sin ser consciente de lo que se fraguaba.

Desde aquel infausto día, tengo más presentes que nunca mis recuerdos… bien pegados a mi piel,  circulando por mis venas y perfectamente adheridos a los tejidos internos de mi cuerpo y ahora sí que no hay manera de que me pueda olvidar de ellos.

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