martes, 22 de mayo de 2012

Sueños II


He de reconocer que me lo pasé pipa montando mis propios sueños a capricho: el más que tradicional sueño en el que vuelas como un pájaro y te sientes el amo del cielo; otro en el que el constante descubrimiento de tesoros ocultos te sumen en la más absoluta de las riquezas…; y así hasta un largo etcétera de fantasías creadas a mi antojo.

Fue como volver a la más profunda de mis infancias, recreando un mundo de fantasía y felicidad al que una vez llegada cierta edad no se vuelve. La madurez te fuerza a olvidar esa parte creativa y fantasiosa que todos tenemos y que ahí está, aunque sea en el más recóndito rincón de tu imaginación.

Pero en el fondo sentí que me faltaba algo, lo de soñar a antojo había sido gratificante, pero echaba de menos algo. Así que dado que había gastado todas las palabras que encontré por entre las sábanas aquel día, no tuve más remedio que armarme de paciencia y dejar pasar el tiempo para lograr lo que quería. Era condición imprescindible que pasasen unas cuantas noches y siestas para ir acumulando sueños por entre las sábanas y bajo la almohada.

Cuando hubo pasado un tiempo que consideré adecuado, una mañana tome las sábanas y las agité no con tanto ímpetu como la otra vez, para así evitar que las frases que aun hubieran quedado unidas no se convirtieran en palabras sueltas o lo que era peor, en vocales y consonantes que convertirían en algo más difícil aun mi puzzle onírico.

No fue tan rica la cosecha como la otra vez, pero saque suficiente material como para dedicarme a la tarea.

Era el momento de crear a la carta mis sueños húmedos y lo que es aun mejor, guardarlos en una cajita para poder tirar de ellos en momentos de apuro.

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