No sé si mi aventura onírica se me está yendo de las manos,
de ahí la duda del título de arriba.
Bien, estábamos en la situación de que había decidido crear
unos cuantos sueños húmedos y guardarlos en una caja. El caso es que la única
caja de la que pude tirar fue de una de música que tenía de cuando era pequeño
y que al abrir, emite una dulce melodía con la que me dormía todas las noches
cuando era un tierno infante.
Ahora bien, resulta que he pasado una temporada en la que me ha
costado conciliar el sueño y he recurrido como antaño a mi caja de música para
conciliarlo. Evidentemente el remedio ha funcionado, pero no he reparado en el
detalle de que al dejar la caja abierta con su dulce composición, los sueños que
ahí almacené, me han rondado cada una de las noches que he tenido que tirar de ella
para dormir a pierna suelta. Y es que ha sido una racha bastante mala para lograr dormirme y he hecho un uso intensivo de la caja.
Todo sea dicho de paso, mis veladas han sido estupendas por
partida doble: la música como siempre ha ayudado a que me durmiera; y los
sueños han sido de lo más gratificantes.
Pero, ¿dónde está el problema?, quizás se pregunte alguien.
Pues bien, el problema radica en que le tengo tanto cariño a esa melodía que la
tengo como tono en mi móvil y claro, de un tiempo a esta parte, cada vez que me
llaman, cual perro de Pavlov, sufro unas tremendas erecciones con todo lo que
ello conlleva. Afortunadamente, aun no he llegado a babear como los perros.
Pero no nos engañemos, ardo en deseos de que sigan llamándome
de Jazztel, Telefónica o quien sea, da igual, solo con la llamada soy feliz.